dijous, 29 de gener del 2015

EL VECINO

Don Francisco F. B., el inquilino del cuarto, es un hombre de talento probado en lo suyo que gusta de amistar con unos y otros en la calle. Regala sonrisas y halagos con liberalidad y hasta deja pingües propinas en los comercios del barrio -siempre, eso sí, restando importancia a sus acciones. Amante de la vida y del arte vivo en su sazón, ha adquirido a buen precio un perro de la raza menos favorecida y más desamparada a fin de aliviar un poco la precariedad en que viven sus miembros. Cuando, todo ufano, se disponía a entrar en el edificio tirando graciosamente del animal y al advertir mi presencia, el vecino se ha apresurado a presentarme a "Liberto", nombre con el que ha bautizado al can. "Me han dicho en la tienda que se porta muy bien y apenas da trabajo", ha añadido risueño sin que yo hubiera abierto la boca. Y de la misma forma, ha continuado: "No sabe usted lo bien que va a quedar en la jaula que llevo meses construyendo. Sólo espero que no se le ocurra moverse".

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