dimarts, 28 d’abril del 2015

DE LAS FLORES

Hace años dediqué el poema "Los únicos días de la eternidad de Antonio T." a mi admirado A. Tello. Mediado el texto, uno de los versos afirma que "eras poeta, ¡qué desgracia!" Tan dramática aseveración no a todos ha convencido y más de uno ha querido ver en ella un afán ditirámbico que en absoluto se corresponde con la realidad. No en mi descargo -pues de nada me desdigo-, sino en loor de la poesía y nuestro Poeta, revelo ahora la deuda que mis palabras tienen con el poema "La bendición", de Baudelaire. Leamos: "Cuando así lo decretan los poderes supremos/ y el Poeta aparece en el tedio del mundo,/ espantada su madre, barbotando blasfemias,/ crispa un puño hacia Dios, que con ella es piadoso:// -'Ah! ¿Por qué no parí un ovillo de víboras/ en lugar de dar vida a irrisión semejante?/ ¡Oh, maldita la noche de placeres efímeros/ en que pudo mi vientre concebir mi condena!'" Bendita condena, desgracia tan cierta...

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