Decís que el tiempo no existe -convengamos que es cierto. No morís, por tanto, ni moriréis -también aceptémoslo. Por ende, muertos ya estáis, pues del nada decir o del decir sin cuento de lo que más cierto que incierto es que falso resulta aun a despecho de su palmaria claridad no es sino propio de quien ni un quien perdido es.
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