dijous, 7 d’agost del 2014
PENETRACIONES
El perro de mi vecino ladra sin desmayo. La escalera, desquiciada, se ha reunido de forma extraordinaria para tomar cartas en el asunto. No ha habido modo de poner de acuerdo a los asistentes, quienes demandaban, bien prohibir la tenencia de animales, bien exigir al dueño del can que haga valer su autoridad; alguien incluso ha mencionado la posibilidad de contratar a un etólogo, pero tampoco ha sido posible decidir quién debe correr con los gastos del educador canino. La reunión, claro, ha sido interrumpida varias veces por los ladridos de Julián, el perro de mi vecino Julio. Urgidos por el malestar reinante a encontrar una salida a tan nefando asunto, Simón, el misántropo presidente de la escalera, ha propuesto que cada miembro de la comunidad incorpore a su teléfono móvil una aplicación novedosa en lo relativo a la educación perruna en su propio lenguaje, o sea, en su salsa idiomática. Así, cuando Julián ladre, las lecciones ladradas le saldrán al paso a fin de buscar, y sobre todo encontrar, la senda sonora perdida. Cuando parecía que llegaba el consenso, Laika, la secretaria venida del frío, ha accionado su teléfono celular para que una voz grave y solemne sugiriese a los presentes un poco de urbanidad y sentido común. El silencio subsiguiente les ha incomodado tanto que han recibido con alivio y como colofón los ladridos de Julián. En lo por venir, no es difícil presagiar un magnífico duelo de silencios.
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