dimarts, 17 de març del 2015

MIAU

Así como Gregor Samsa se descubrió embutido en el cuerpo de un insecto, hace días que vengo constatando que en vez de proferir palabras emito unos sonidos que bien podrían confundirse con los maullidos de los gatos. Lo curioso es que mis amigos no parecen haber advertido nada raro en mí, del mismo modo que tampoco yo he notado en ellos alteración aparente alguna. Pensando y maullando, reparo ahora en que mis amigos y yo formamos un grupo tan reducido, tan insignificante que, cuando maullamos en voz alta desde las ventanas de internet o de los edificios próximos, algunas voces requetehumanas repiten con fastidio manifiesto: "¡qué pesados, y eso que sólo son cuatro gatos!"

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