dimarts, 18 de febrer del 2014
ÚTIL, INÚTIL
"La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira". Con semejante rotundidad principia el filósofo francés Jean-François Revel su ensayo titulado "El conocimiento inútil". La obra, escrita a finales de la década de los 80, analiza el estado del conocimiento en la sociedad de la información y la función que cumplen los intelectuales. Según Revel, la creación y la divulgación del conocimiento están supeditadas a la eficacia inmediata de su contenido, esto es, a su beneficio, de modo que el criterio discriminatorio es el de la utilidad, cuya traducción principal es el dinero y, por ende, el poder. Todo lo que no sirve, en términos de acumulación de riqueza, se presenta como inútil y no es objeto de la atención de los medios de comunicación de masas ni merece el patrocinio de las instancias económicas. Por su parte, la naturaleza venal de la mayoría de los intelectuales está en el origen de su espíritu dimisionario y, por lo tanto, de su felonía. Centrados más en el cuidado de sus estómagos que en el irrenunciable deber, como elementos de vanguardia que son, de comprometerse con la sociedad a fin de promover su bienestar, los intelectuales de entonces, como tantos ahora, han depositado su independencia en la caja fuerte de la codicia o el miedo. Y así, no es difícil comprobar cómo los “pensadores a sueldo” se afanan en le reelaboración de los contenidos de las diferentes disciplinas del conocimiento para adaptarlos a las necesidades de sus empleadores. En palabras de Antonio Machado, se han convertido en esa útil “guitarra del mesón que hoy suenas jota,/mañana petenera,/según quien llega y tañe/las empolvadas cuerdas.”
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