dilluns, 23 de desembre del 2013

IMPEDIR EL ABORTO Y ABORTAR LA DEMOCRACIA

La ultraderecha española está de enhorabuena. El partido que la representa en las Cortes, el Partido Popular, está logrando, merced a su mayoría absoluta, devolver a España sus señas de identidad, o mejor dicho, las de la rancia minoría que la desgobierna. Con el señuelo de la zanahoria del separatismo periférico; el regular recurso a la xenofobia; la sumisión de la ciudadanía "laica" a los dictados de la ley del españolísimo dios de los cielos; el recordatorio casi nostálgico de los asesinatos de ETA, aunque no de otros "batallones" y justicieros; el peligro de la desespañolización por diferentes vías; la denuncia del afeminamiento y, por lo tanto, la pérdida de vigor y tronío del macho ibérico, habida cuenta de la permisividad con homosexuales y raros de toda laya; la insufrible promoción social de las mujeres, fugitivas de fogones, tálamos reprobatorios y reformatorios que, además, disponen de licencia para matar a las criaturas confinadas en sus úteros-cárcel; la subversión del relato histórico por parte de los exhumadores de la memoria y, en fin, la patente y diaria constatación de los peligros que conlleva la libertad, con todo ello el Partido Popular está consiguiendo rescatar a la bicha y endemoniar a quienes no llevan los ajos protectores bajo el sayo.
Los instrumentos o argucias son la nueva ley del aborto, con la que se materializa la imposibilidad de abortar, salvo que seas rico, pertenezcas a una orden religiosa o a la proba monarquía borbónica, cuya doble moral es repugnante, como prueba, por ejemplo, el último episodio abortista; la nueva ley de educación, que permitirá “homogeneizar” las culturas y tradiciones ibéricas, o sea, gasear a la ciudadanía disidente con el nacionalismo carpetovetónico; las prebendas, sinecuras y reconocimientos que reciben los historiadores a sueldo y periodistas fidelizados por emasculación a fin de desacreditar a quienes denuncian el falso relato histórico; la protección a toda costa y por todos los medios, no importe su legalidad, de banqueros, grandes, o no tanto, y nobles en general, de España, fulanos y menganas arrimados al calor púbico de la altísima sociedad mesetaria; la clausura de medios de comunicación; la demanda a través de terceros de la restitución de la pena de muerte y de la cadena perpetua, absurdamente denominada “revisable”; el uso de concertinas, de momento sólo en la frontera africana, con la intención de hacer sonar las notas de la muerte…
La muerte. El Partido Popular y quienes le dan su apoyo, incondicional u ocasional, hacen gala de un paradójico sentimiento de defensa de la vida. Mientras consideran que cuantas personas participan en el proceso necesario para la realización de un aborto son asesinas, no ocultan su satisfacción por los ajusticiamientos practicados en las “democracias” amigas, como los Estados Unidos de Norteamérica, o dictaduras de “interés” preferente, como la República Popular China, amén de sus intervenciones militares en todo el mundo o acciones criminales de asfixia económica que impiden el desarrollo de la vida…

La vida. El Partido Popular aprueba una ley, la del aborto, que dice buscar el interés del menor, defender la vida del nonato. Y lo hace con el cuchillo entre los dientes, pero no para practicar la cesárea salvadora de un eterno Ramón nonato, sino para sajar de raíz la democracia y así eliminar los sarpullidos que ésta ocasiona en la mayoría de sus integrantes y de los ciudadanos a quienes representa. El Partido Popular ha aprobado una ley del aborto tan restrictiva que acabará por estrangular la vida de la democracia y propiciar su aborto. ¡Vade retro!

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