Lucía Etxebarria toma "prestada" una frase llena de ingenio y se "olvida", una vez más, de citar a su autor o de entrecomillarla para indicar que no es de cosecha propia. La frase dice que es "mejor que te odien por cómo eres que ser adorado por lo que finges ser". Por supuesto, no le facilitaré la tarea a la singular albacea de talentos ajenos. Sí, en cambio, me permitiré recordarle a la concursante de “Campamento de verano” que nuestras palabras y nuestras acciones más comprometedoras acaban manejando el gobernalle de nuestra vida. La ciudadana Etxebarria parece ignorarlo también y todo indica que la purga es muy dolorosa, a tenor de la frase en cuestión. Además, no se sabe si ésta es un ditirambo encubierto hacia sí misma, o por el contrario es un dardo, una sentencia, una invectiva contra alguien en particular, o incluso, en su recién adquirido afán adoctrinador, un axioma que, como tal, debamos aceptar sin más. Sea como fuere, la decisión de la premiadísima autora española de atribuirse los frutos recogidos en labrantía extraña debe relacionarse con
ciertos episodios oscuros de su experiencia literaria. Recuérdese el controvertido asunto de los poemas de Antonio Colinas que fueron a parar a un libro de la poetisa Lucía. La luz, la luz, la luz. “Luz y taquígrafos”, pedía Antonio Maura en tiempos de sombras funestas. Luz y honestidad, no sombras ni Lucía
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