Antes de que mi bienhechor ultramarino sepa lo que ya sabe sin mi opinión; antes de que, olmo frondoso y no seco, no una hoja, sino millares muestre y con ello demuestre la potencia de su savia; antes de que lo nombre en privado coloquio, vaya este borgesiano poema que parece haber sido escrito para él y en las actuales circunstancias.
"Sospechándose indigno de otra hazaña/ como aquella en el mar, este soldado,/ a sórdidos oficios resignado,/ erraba oscuro por su dura España.// Para borrar o mitigar la saña/ de lo real, buscaba lo soñado/ y le dieron un mágico pasado/ los ciclos de Rolando y de Bretaña.// Contemplaría, hundido el sol, el ancho/ campo en que dura un resplandor de cobre;/ se creía acabado, solo y pobre,// sin saber de qué música era dueño;/ atravesando el fondo de algún sueño,/ por él andaban don Quijote y Sancho."
["Un soldado de Urbina", en "El otro, el mismo", (1964), de J. L. Borges]
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