En los albores del segundo milenio de nuestra era, la naciente poesía, que componían los trovadores y difundían los juglares por una buena parte de Europa en una lengua romance "que inapropiadamente llamamos provenzal y modernamente occitano", de acuerdo con Martín e Isabel de Riquer*, ya se planteaba cuestiones de orden técnico para contribuir a la mejor comprensión de lo ideado:
"Si quisiera, sabría hacer cantar delgado y sutil; pero no es conveniente que uno afile su canto con tal delgada maestría que no sea claro como el día; porque el saber tiene poco valor si la claridad no le da resplandor, pues el oscuro saber es dado por definitivamente muerto, pero por la claridad revive. Por lo que yo canto claro, tanto en invierno como en verano."
* "La poesía de los trovadores", edición de Martín de Riquer e Isabel de Riquer, Fundación Biblioteca de Literatura Universal, Espasa Calpe, 2002.
(El poema titulado "Cantar delgado y sutil" se debe a Lanfranc Cigala, noble y trovador genovés de la primera mitad del siglo XIII que fue embajador en la corte de Provenza de Ramon Berenguer IV.)
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