dijous, 24 de setembre del 2015
FELIPE GONZÁLEZ-ZELÁZNOG EPILEF
Felipe González ("Isidoro", ¿"el señor X"?, el don Guido del siglo XXI) anda enloqueciendo de mentirijillas por las esquinas de la razón política y ante las puertas de la moral ciudadana. Lo mismo le da Venezuela que L'Hospitalet, Sevilla que Madrid. La calle es suya, como antaño lo fuera de don Manuel (Fraga, por supuesto), con quien ahora está de acuerdo en aquello que otrora les separara. "El pretendido derecho de autodeterminación...", pronunció anoche en un discurso como quien mastica sin saborear la peor comida que probarse pudiera. El auditorio, integrado por hombres de su edad, pero cuya suerte se despeñó desde lo alto de Suresnes hace ya..., aparenta igualarse en las canas, resignarse a la ortodoxia de la senectud. La memoria falla, y si no, avala el cambio el reconocimiento milagroso de las certezas. Las pancartas aquellas, aquellos gritos, la libertad cantada, la ruptura y la reforma balanceadas en antesalas con hombres con bisoñé -ya peluca ibérica- y sin él, con estrellas y galones y sin ellos. Todo fue nada. Nada es, Felipe-mon-amour, leguleyo inexperto, abrazador de extras en el largometraje de la más falsa historia política del mundo en el tardofranquismo jamás contada. Felipe, Feli, Fe..., no, menos.
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