diumenge, 27 de setembre del 2015
LA LEY
Paece ser que el elector no puede depositar el sufragio por sí mismo en la urna (bueno, el elector que carece de popularidad o notoriedad social). Esta mañana, alguien ha objetado a un presidente de mesa que si le entregaba su voto, quién podía asegurarle que él no era un mago y cambiaba la papeleta por arte de birlibirloque, a lo que éste ha respondido que puede probar a creer. Las preguntas se acumulan: ¿es la ley una creencia? Y si así fuera, ¿es posible cambiar la ley? ¿Y cambiarla a capricho o, de nuevo, por ley? ¿Podemos dejar de vivir entre verdades inamovibles, irrefutables? ¿La política vertebrada por los axiomas no es una forma de autoritarismo?
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