Ayer fue la selva de Vicente Aleixandre; hoy, el hombre de Charles Baudelaire. El mar no contiende, pero enfrente tiene un mar de hambres verdes y ondulantes sangres. De "Las flores del mal", con Carlos Pujol como trujamán, "El hombre y el mar (XIV)":
"¡Tú, por ser hombre libre, amarás siempre el mar!/ Porque el mar es tu espejo: en él ves tu propia alma,/ el despliegue infinito de sus olas, tu espíritu/ no es abismo que tenga amarguras menores.// Te complace el hundirte en lo que es como tú,/ y le besas los ojos y los brazos, y olvidas/ hasta el propio rumor que resuena en el pecho/ escuchando esa queja indomable y violenta.// Ambos sois tenebrosos y discretos a un tiempo:/ hombre, nadie ha condenado tus abismos, oh mar,/ nadie sabe qué son tus tesoros más íntimos./ Defendéis uno y otro todos vuestros secretos.// Y no obstante hace siglos incontables que estáis/ empeñados en lucha sin piedad y sin tregua./ Hasta tal punto amáis la matanza y la muerte,/ luchadores eternos, implacables hermanos."
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