dilluns, 17 de desembre del 2018
LA SUERTE DE IGNACIO MARÍA
Ignacio Mª se ha revelado un ser político, cosa un punto más que insólita, inaudita. No obstante, superadas la sorpresa y consiguiente perplejidad iniciales, los vecinos más próximos dejamos de sentir como animales y comenzamos a pensar que no había más que relacionar actos e imágenes aparentemente inconexas entre sí. Empero, orillando los prejuicios que nos atenazan a los metafísicos y que nos llevan a la muerte con los sentidos tan desaprovechados que diríase vírgenes si no fuera por la mácula de su concepción. ¿Por qué Ignacio Mª había decidido de motu proprio ladrar después de preguntar?, nos interrogamos en el trance de la cogitación sobre el lejano suelo. Y seguimos: suponiendo que así fuera, y que el perro hubiera tomado las riendas intelectuales de su sedentaria vida de guardián de la desierta casa, ¿qué pasará cuando sus fantasmales amos se asomen al balcón y castiguen al condicionado ladrador antes de ser consultados? ¿Cómo habrá de resolverse tal disparidad, esta falta de correspondencia, de mutualidad en la consideración de los unos hacia el otro? ¿Habrá que volver al orden de la nueva piedra para deducir un más certero ajuste de connivencias entre fieros e insanos?
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