Abro "El túnel", donde Ernesto Sábato muestra caminos que quienes no sabemos apenas nada no podremos transitar. En las páginas de cortesía, leo poemas que hace muchos años dediqué a quien obsequié con esta maravillosa novela. Bajo la dedicatoria ("A la amistad de Rogelio Frigerio que ha resistido todas las asperezas y vicisitudes de las ideas"), un intento de alcanzar lo que seguramente jamás conoceré:
"No había espacio posible, sino miedo./ El hombre no pudo pensar el mar,/ sólo soñarlo. Y cuanto más soñaba/ más reciamente relinchaba su corcel/ en las estribaciones del pubis.// ¡Deprisa, deprisa!, el mar se acerca./ Sobre esta arena, varada está la muerte./ ¡Acelera, acelera! Comunión te pido,/ ¡acelera!, que ya se humedece la arena."
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