dimecres, 5 d’abril del 2017
LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS
Opinan quienes se creen mejores que algunas de las actividades e intereses de los que consideran peores son, más que irrelevantes, del todo insignificantes y merecedoras de desprecio. Casi siempre, las acciones desacreditadas son las que practican los segmentos mayoritarios de la sociedad. El fútbol, sin ir más lejos, es visto por los exquisitos como ejercicio de groseros, esparcimiento de indocumentados o solaz para infelices. A veces, los apolíneos conceden el marchamo de la utilidad a la jarana dionisíaca y, no sin demostraciones evidentes de aversión, reconocen la relación causa-efecto que une al estiércol con las refrescantes y sabrosas sandías que tanto aprecian a los postres de sus muchos ágapes. Abanderados de lo que importa, arietes irreemplazables para el progreso, dejan hacer al también inexorable vulgo, que, cada vez más entretenido de noche con los artilugios que él mismo fabrica de día a partir de los diseños de aquél, coro es, mas coro controlado. Cuando, por excepción inherente a la regla, de la mierda en altorrelieve se destaca un hombre completo y señala el ardid en que todo consiste, y no disimula su enojo, sino más bien subraya cuántos muertos arrostra la recta ideología del dinero que todo lo maquilla, atrápase a ese denunciador y trátase de dilecto en las doradas soledades del reconocimiento social. Y no satisfechos con ello, y a fin de que nadie imite al falso amado, los buenos, los rectores de los mastuerzos sacan en las televisiones el azote del remordimiento que provocan las imágenes de los parias, de los sin nombre, de los sin muerte en su filmada nadería de ojos cerrados. Claro, hay cosas que son importantes. Que nada sepamos de un tal Diego González Rivas, cirujano tan reputado, y tanto de Lionel Andrés Messi Cuccittin, "la pulga", dios ejercitando de futbolista, débese sin duda a la permitida ignorancia de aquellos seres inferiores que atestan este mundo. Pero, hola, hola, ¿qué pasaría si de pronto invirtiéramos los términos de los litigantes y apuntásemos en la cuenta del contrario lo hasta ahora a cada cual imputado? ¿Y si de pronto un muerto fuera algo y el fútbol, en realidad, nada fuera? Porque, enderezando, nada hay más necesario al que sabe que engañar al que no tiene tiempo con los embustes del más allá primero, con los espejismos del ahora o nunca, si del cuento se sale.
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