La poesía abre caminos que el resto de géneros explota en su propio beneficio. Cuando Monterroso dio a la imprenta lo de su célebre dinosaurio (dicho sea en la acepción reducida de la palabra, la que excluye el reconocimiento), en 1959, hacía seis años que el poeta serbio Vasko Popa ya había advertido que la creación no era un invento, sino un descubrimiento.
"Amaneces y echas una mirada: ya todo está ahí, el árbol y la serpiente y la piedra y el sol. Nada te estuvo esperando. Nada se vuelve para mirarte, ninguna cosa te pregunta nada, todo permanece y sigue su camino.
Y entonces, por un rencor más profundo, vaya uno a saber por qué, tú también te pones a crear algo de lodo, de sueño, de puro aliento, de lo que se te ocurra, algo tuyo, según tu antojo. Lo sueltas al mundo y temes, no sabes si va a aprender a caminar, a hablar, si va a sobrevivir.
Y si eso ocurre, y ocurre rara vez, pronto aquella cosa tuya, por ti creada, empieza a caminar por el mundo, pero a su propio antojo.
¿Te gusta eso entonces?"
Y entonces, por un rencor más profundo, vaya uno a saber por qué, tú también te pones a crear algo de lodo, de sueño, de puro aliento, de lo que se te ocurra, algo tuyo, según tu antojo. Lo sueltas al mundo y temes, no sabes si va a aprender a caminar, a hablar, si va a sobrevivir.
Y si eso ocurre, y ocurre rara vez, pronto aquella cosa tuya, por ti creada, empieza a caminar por el mundo, pero a su propio antojo.
¿Te gusta eso entonces?"
(El texto "El poema" se incluye en el apartado "Apuntes sobre poesía", incluido en "El cansancio ajeno. Poesía completa", del poeta serbio Vasko Popa, cuya obra ha vertido al español Dubravka Suznjevic en 2012 para Vaso Roto.)
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