dijous, 11 de gener del 2018

LA CANCIÓN DE RICARDO

El pocero William Shakespeare, auténtico míster Proper de la clarividencia, resumió en la figura del usurpador Ricardo III las características que nos informan a los mortales cuando somos contradichos. Nada hay más grave en la vida, parece decirnos el inglés, que contravenir un capricho. Lo más saldrá del estómago de lo menos: la muerte del de la vida; la vida del del azar. La probabilidad, entonces, de que nada salga bien es alta. El hombre es un animal trunco. Veamos el paso del cielo al infierno:
"GLOUCESTER [futuro Ricardo III]: Ahora el invierno de nuestro descontento/ se ha convertido en un verano glorioso/ gracias al sol de York; todas las nubes/ que ensombrecían nuestra estirpe están ya sepultadas/ en el fondo del mar. Ahora nuestras frentes/ están ceñidas con coronas victoriosas/ y las armas melladas cuelgan como trofeos;/ nuestros austeros toques de combate/ se han transformado en felices encuentros;/ nuestras temibles marchas, en deliciosas danzas;/ y la guerra de rostro inexorable/ ha alisado su frente; y, en vez de cabalgar/ sobre armados caballos para asustar las almas/ de los hostiles enemigos, salta con prontitud/ a las habitaciones de las damas/ al compás del sonido lascivo de un laúd./ Pero yo, que no tengo las formas adecuadas/ para este tipo de entretenimiento/ ni fui creado para cortejar/ a un espejo amoroso, yo,/ groseramente contrahecho y careciendo/ de la elegancia del amor para gallardear/ ante los movimientos lujuriosos de una ninfa,/ yo, desprovisto de bellas proporciones,/ estafado por la naturaleza hipócrita,/ deforme, inacabado, enviado antes de tiempo/ a este mundo palpitante, yo, terminado a medias,/ y tan desfigurado que los perros me ladran,/ cuando paso a su lado cojeando.../ Pues bien, yo, en estos débiles y afeminados/ tiempos de paz, la única delicia que poseo/ para pasar el tiempo es la de espiar mi sombra/ y cantar mis deformidades. Por lo tanto,/ ya que no puedo hacer el papel de un amante/ para llenar las horas de estos bellos días,/ he decidido demostrar que soy perverso/ y odiar los frívolos placeres de estos tiempos:/ he urdido intrigas, peligrosos preludios,/ con profecías, sueños y libelos/ para crear un odio mortal entre mi hermano Clarence y el rey..."
Escena primera del Acto I de "Ricardo III", de William Shakespeare. La traducción se debe al poeta Salvador Oliva, cuya versión en catalán juzgo aún más bella y contundente que esta excelente en castellano. El monólogo de Ricardo, duque de Gloucester y futuro Ricardo III, principia lo que será una tragedia que no por más sanguinaria nos es menos familiar en la vida real.

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