dijous, 14 d’abril del 2016

14 DE ABRIL (2016 CARECE DE ABRIL)

Hace ochenta y cinco años, España parecía querer abandonar definitivamente el siglo XIX obligando, casi sin proponérselo, al rey Borbón de turno a salir del país precipitadamente. La hambrienta, inculta y sojuzgada población de esta parte de Sefarad (de la que el occidente peninsular se había ganado con sangre su segregación unos siglos antes), más que a una república, llamaba a una tregua de la angustia. Y efectivamente, esta llegó, mas fue breve. Duró el tiempo necesario a las fuerzas de reacción, cuya raigambre se remonta a la farsa urdida por los Reyes Católicos a finales del siglo XV, para rearmarse y aprehender los nuevos métodos de dominación de la plebe que el ya avanzado siglo de los europeos ponía a su disposición. Sin educación, el espejismo republicano no llegó a cuajar. Más allá de los buenos deseos de una intelectualidad siempre minoritaria, ni una progresista Constitución obró el imposible de la democratización general ni la posibilidad de alumbrar las cuentas del erario público permitió que el dinero irrigase los campos y las ciudades de la cuasi medieval Iberia. Muerte por inanición, indigencia general, páramo invadido por espadones, cadavérica elongación de la miseria como una sombra debida al sol quemante de la ignorancia. Tales eran los males mortales de necesidad que aquejaban a la España que en julio de 1936 boqueaba y que tirios y troyanos en venta o arriendo tenían en el azogue europeo para que fascistas y estalinistas acometiesen las probaturas precisas para la futura conflagración militar mundial. Pero la moribunda no llegó a cruzar el río último, pues carecía de óbolo, ni tampoco pudo acceder a las aguas del río del olvido. Esa España de ayer aún iba a sufrir los embates de la viva muerte que la paz de los cementeros franquista durante más de tres décadas a un rincón de la historia la confinaría. Esa España puzle a la fuerza, esa no-nación, sino ergástula de naciones, esa Babel latente u omitida progenitora es de ésta que no celebra ahora el triunfo de ninguna liberación ni la propuesta de sueño alguno; esta España de pícaros, de sureños de todos los puntos cardinales, esta España de la universitaria idiocia y la ilustrada incultura en otros menesteres abrileños anda ocupada. ¡Arriba la feria!

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