"La capacidad de un hombre para vincular su pensamiento con el símbolo apropiado, y expresarlo, depende de la sencillez de su carácter, es decir, de su amor a la verdad y su deseo de comunicarla sin merma. A la corrupción del hombre le sigue la corrupción del lenguaje. Cuando la simplicidad del carácter y la soberanía de las ideas se quiebran por el predominio de deseos secundarios -el deseo de riqueza, placer, poder o alabanza-, y la duplicidad y la falsedad ocupan el lugar de la sencillez y la verdad, se pierde en gran medida el poder sobre la naturaleza como intérprete de la voluntad; se deja de crear imágenes nuevas, y las palabras antiguas se pervierten para significar cosas que no son, se emplean como papel moneda cuando en las arcas públicas no hay ningún lingote. A su debido tiempo, el fraude se hace manifiesto, y las palabras pierden todo poder de estimular el entendimiento o los afectos."
("Naturaleza", R. W. Emerson, según traducción de Agustín López y María Tabuyo para José J. de Olañeta, Editor)
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