divendres, 8 d’abril del 2016

JUAN MARSÉ, POR MARTINETES

"Yo hablo y escribo en la lengua que me sale de los huevos". Ignoro si la periodista de El Periódico Elena Hevia portaba sartén con que freír los testículos de Juan Marsé tras la entrevista para El Periódico o si pensó en el autor barcelonés como en la versión masculina de santa Águeda. Lo cierto es que esa bravuconada, además de una salida de pie de banco, es una crasa mentira. Marsé, y todo el mundo, habla y escribe en la lengua que sabe, que es la mamada en la infancia. Pocos casos reseñables se han dado en la historia de la literatura de autores que hayan elegido un idioma diferente del materno para vivir y/o desarrollar su escritura. Pienso, por ejemplo en Joseph Conrad. Un hombre que ha vivido las coerciones debidas a la dictadura franquista no puede reponder con actitudes de fuerza y aspavientos al derecho, y a la legitimidad en él implícita, de otra gente a vivir en el idioma que le es propio. Al castellanohablante le cuesta "incurrir" en la equiparación. El de la poliglotía no es un viento que recorra los campos de la árida piel de toro. Dicho a lo castizo, todos somos iguales, pero unos más iguales que otros. La soberbia demostrada por Marsé le aleja de mi buena consideración como conciudadano y quizás a él mismo de algunas de sus obras, como "Últimas tardes con Teresa", "El amante bilingüe" o "Rabos de lagartija", libros que a buen seguro leerán sus nietos, a quienes, por cierto, se dirige en catalán, es de suponer que porque también le sale de los... "Esa puta tan distinguida", título de su última novela, hace referencia a la memoria, la misma que a él empieza a faltarle o a traicionarle. ¿No será Juan Marsé el que era en su remota infancia y, pese a la creencia en lo contrario, no ha dejado de ser? Aunque he de reconocer que nunca me ha parecido aristotélico.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada