Félix de Azúa, el primitivo Félix, de motu proprio expoeta, si alguna vez lo fue, acaba de poner una nueva pica en Flandes, cual es la de persuadirnos de que un filósofo y académico de la lengua puede ser el mayor de los ignorantes, además de reunir en su persona las peores cualidades que a un hombre arriben a informar. Lo diré con uno de sus poemas, "Sacramento", es decir, con lo que escribió quien, según sus palabras, de poesía nada sabía: "Semilla de maldad tienen algunos/ en un lugar disparatado que a veces se marchita/ y otras puja./ No se entierra en la tierra sino en carne/ y si fecunda nace soberbio crece/ violento vive/ molesto/ llevando dentro -¡cómo no!-/ semilla de maldad tienen etcétera". (En un aparte digo, se entiende su defección de la lírica.)
El primitivo Félix no solamente ha pretendido vejar a una política, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, por, en su discutible opinión, el mal ejercicio de sus funciones o incluso su ineptitud para el cargo que ocupa, sino también a la condición femenina y al personal de las pescaderías. (Por cierto, ándese con mucho cuidado a partir de ahora, no sea que los mencionados servidores de tan dignos establecimientos alimentarios olviden limpiar bien el producto y se le atraviese al expoeta alguna esquena de pescado de oculta doblez.) Y por si fuera poco, el abjurador Félix, el neoacadémico señor de las mentiras, extiende su desabrimiento a la sociedad catalana en general que, a lo que parece, practica sin ambages el "fascismo simpático" con los refractarios a ser adoctrinados en el catalanismo separatista.
El docto Félix, en cuyo destierro madrileño se halla como pez a salvo de pescadería, azuza desde la distancia los perros de la insidia, el negro heraldo (con permiso, César Vallejo) de la asechanza a fin de conseguir cuanto se propone, impelido quizá por los demonios de su inconsciente. En el sillón de la RAE con la letra "H" descansa ahora sus posaderas. La hache de hijo, de homúnculo o de hideputa.
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