diumenge, 28 d’agost del 2016

RAMÓN ERES Y EN QUÍDAM TE CONVERTIRÁS

Hay quien en el nombre la penitencia lleva, el destino inexorable. Y en honrarlo se afana, si bien al desgaire habla para que nadie infiera qué venero surte la tinta de que su pluma se empapa. De pronto, Babel es tu casa, pero en ninguna habitación duermes, pues el sueño lo quieres repartir entre los dormitorios, mas sin desvelos. Ramón, ramón del suelo; del de Barcelona, del de Cantabria, del de la España reservona. Ramón como algún jamón que no quiero: bocadillero, sin más nombre, del hambre solo. Ramón del cielo acuoso, donde no hay guía y todo es igual, indiscernible. Ramón ¿qué? Dadle a ese hombre sus lenguas para que acabe contrastando con la de siempre. Pero lee, Ramón, con detenimiento lo que muchos maestros dicen en el comprendedor idioma en que escribo y tú soflamas y te repites. Bien digo "maestros", no paniaguados estultos que a ciudadanos muy populares sirven. Los mismos que con tu apellido una marca llevan en el pecho para deslumbrarnos y provocar el despeño de quienes quieren el suyo libre de obediencias, como las de los servilones. Ramón ¿qué? ¿En qué idioma lo prefieres? ¿En ninguno? ¿En el del imperio? No me acuerdo. Adiós, quídam, adiós.

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