divendres, 23 de novembre del 2018
DESPAREJADOS
Leo en un anuncio encontrado en mis sueños la siguiente información: "Busco una persona -no importa el sexo- con móvil para contactos regulares, especialmente los fines de semana". A punto de despertarme, pero sin hacerlo, afortunadamente, se me aparece el texto de lo que podría considerarse fruto del mismo proceso de ideación que el anterior. El tenor es el que sigue: "Encontrado señor mayor sin celular. No habla ni da más señales de vida que las del respirar casi letárgico y la fijación de la mirada en un contenedor de basura. Ideal para 'singles' que requieran de ayuda ante el creciente bullicio de la sociedad." Ahora sí: abro los ojos y, dado que logro recordar lo soñado, cosa que apenas me sucede, salgo a la calle en busca de algún necesitado. Entro en un bar después de atravesar el corrillo de fumadores que lanzan el humo hacia el interior del establecimiento para poder seguir respirando y fumando. Acodado en la barra, un tipo con un uniforme amarillo fluorescente come a dos carrillos un bocadillo mientras, simultánea e increíblemente, parece hablar con..., parece hablar... a un móvil que ocupa el taburete que tiene a su lado. "Perdone, caballero", le digo. "¿Habla usted con...?", le señalo el aparato. Sin esperar respuesta, le cuento que sé de alguien discreto que podría servirle de tenedor de móviles. "Bueno, de celulares", especifico, para dar una idea de la procedencia geográfica del tal. El comedor, que no parecía que hubiera atendido a mi requerimiento, por fin repara en mí. "'Celular, celular'", repite aburrido. Tras un par de bocados más, sentencia: "A mí el móvil, el coche y la..." -se tocó en el bajo vientre- "no me los coge nadie, y menos un sud... ¡Pero, bueno, ¿tú quién coño eres para venir a tocarme los cojones a estas horas de la mañana?" Le di la espalda sin más y abandoné el local a toda prisa. Camino de casa, pensé en la telefonía, los aparatos de que se sirve y los contenidos que circulan a través de ella. "¡Claro!", me dije. "No se trata de emparejar, sino de unir pitagóricamente a quienes no se conocen, pero sin que de tal composición se derive ningún conocimiento mutuo. Los hombres y las máquinas se bastardean con seductora enemistad".
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