dijous, 8 de novembre del 2018
LA NIÑA, LA PAQUERA Y EL BENI DE CÁDIZ
Ahora que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino en todo y que, por ejemplo en el ambiente del flamenco ligero, ligerísimo, se impone una niña (la niña Rosalía, pero sin niña en los corrillos, ahora cibernéticos) con desparpajo y frescura, pero sin arte ninguno en la garganta, aunque con mucho en los aires, en las hambres y en los adentros de cuevita y fuego, además de en los arreglos; ahora que estamos enterados de que el flamenco nunca existió hasta que llegó el futuro ininteligible y jondo, parado y vivo hasta la muerte de las voces, el futuro de José Monge Cruz, al que se engancharon como al caballo y a la refinada nieve de las bastardías milagreras los quiénes (¡vamos, chaveas!) de las patrias chicas, muy chicas, de las tabernas y los tablaos después de las órdenes ministeriales, los desahucios, los despidos y la consolidación de los prostibularios puntos calientes del lenocinio coleccionable y al alcance de cualquiera; ahora que nada es nada todavía y mientras nada es, y los oídos hacia dentro buscan los palos en balde, me acuerdo de mi Paquera y del Beni de Cádiz, y de mi Cádiz austral y profundo bajo los basurales del alma o tras la plaza de San Juan de Dios, mi Cádiz canceroso a fuer de cancerígeno. Pongo unas bulerías de la reina y dejo también que reine el libre Beni y que después le ponga a los tientos un poco de zambra para que se "jarten" y encuentren a su madre y a su padre. Más tarde, abriré el baúl para sacar el pasado y pincharlo con las agujas que todo lo saben: así, en revoltijo: los de Sevilla, los jerezanos, algún onubense (a mi padre le hubiera gustado su cojo de Huelva, el "huelvano", decía por huelveño, por atrevimiento o por querido desconocimiento); pero no dejaré en el silencio a los cordobeses (ay, Luis) ni a los extremeños, ni quedarán relegados los castellanos y hasta algún catalán con su fingimiento o impostación, como esta nueva Rosalía, pero con la valía de la negación de lo actuado, propio de gente de baja estopa, miserables once meses al año, costaleros, camareros y sacristanes y monaguillos en las pascuas, los entierros y los solemnes matrimonios de las hijas de los señores, los señoritos y sus señorías en presencia de su ilustrísima, la virgen del comedimiento y dios en cinta de más dolores anuales en las ocasiones que el azar, el altísimo tribunal de turno o el malaje del emperador del cielo dispongan.
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