divendres, 9 de novembre del 2018
PURISMOS
Porfío de nuevo, porque me viene en gana, acerca de la justedad de las catalogaciones de ciertos cantantes que arrasan en las listas de éxitos y acaparan los premios más importantes. Sacaba a colación ayer el caso de la jovencísima Rosalía, quien interpreta unas canciones aflamencadas con una voz y un acento impostados que recuerdan a una Andalucía de cartón piedra, afortunadamente periclitada para la mayoría, aunque muy viva aún en los despachos de las multinacionales de lo que sea, y en este caso de la música ligera. Sin negarle a ella y a cualquiera el derecho a orientar su arte hacia donde quiera, sí he de discutir el de los no entendidos a etiquetarlo con nombres con cuyo significado no guarda relación alguna. Quienes entregan los Grammy latinos han seleccionado la candidatura de esta cantante catalana por sobresalir su trabajo dentro de la fusión o lo alternativo. Los que se hacen eco en España de tales pretensiones, más guiados por el prurito nacionalista que otra cosa, extienden la consideración de la excelencia al supuesto origen flamenco del quehacer de Rosalía. Pero de esta forma se cometen dos errores y, por ende, dos desconsideraciones; a saber, que lo que ella canta sea flamenco, pero no lo sea exactamente; y que el flamenco, cuanto más lejos, mejor, porque a nadie se le ocurre premiar a un cantaor de melindres al parecer hoy desfasados. Si alguien fue alternativo, pero mostrando y demostrando, fue el no ha mucho desaparecido Enrique Morente, como antes lo fuera, a su manera, Camarón de la Isla. Ellos se fueron con las tablas de la ley en las manos para que a nadie se le ocurriera decir que había visto la zarza ardiente. Quien quiera fuego, que se lo trabaje; pero sobre todo, que no lo sustituya por una de esas estufas eléctricas con la fotografía de unas brasas que ni queman ni parecen de veras. Mi recuerdo en estos momentos es para quienes luchan a voz en grito sobre los tablados de los tablaos, con las letras de ayer, pero también de hoy, mas con el ser de siempre: de nuevo Heráclito, pero al revés: no porque el río sea nuevo a cada instante deja de ser el mismo en todo momento. Puro, puro, el cigarro, porque el aire, si lo es en demasía, hiere, y hasta mata. Eso sí, el aire, que sea aire, y no un mal viento que a su cese solo un erial descubra y un definitivo ahogamiento provoque. ¡Ea, a apechugar cada uno con lo suyo, "señores ustedes"!
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