dijous, 8 de setembre del 2016
LOS HIJOS DE MONIPODIO Y SUS VÍCTIMAS
Con Miguel Hernández empecé el día y con él lo terminaré. Los ladrones se siguen multiplicando y algunos reciben incluso trato especial en las audiencias; se diría que hasta crecen en singular sementera. Mientras tanto, los míseros menguan para comer menos, para beber menos, para respirar menos, para repartirse entre todos el sinvivir antes de morir de golpe, a la vez, aprovechando el mismo silencio. Concluye el poeta de Orihuela el poema "El silbo de afirmación en la aldea" con unos versos escritos esta misma tarde: "Lo que haya de venir, aquí lo espero/ cultivando el romero y la pobreza.// Aquí de nuevo empieza/ el orden, se reanuda/ el reposo, por yerros alterado,/ mi vida humilde, y por humilde, muda.// Y Dios dirá, que está siempre callado."
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