divendres, 10 de febrer del 2017

H. P. (¿QUIÉN NO TIENE UNO EN SU ENTORNO? Y NO SON LAS INICIALES DE UNA MARCA DE IMPRESORAS)

"Tales eran los abismos de emoción que el señor Ramsay provocaba en el pecho de sus hijos con su simple presencia: inmóvil, como en aquel momento, tan enjuto como una navaja, tan afilado como su hoja, sonriendo sarcástico, no sólo por el placer de desilusionar a su hijo y arrojar ridículo sobre su esposa, que era diez mil veces mejor que él desde cualquier punto de vista (en opinión de James), sino también por el secreto orgullo que le producía la exactitud de sus propios juicios. Lo que decía era verdad. Era incapaz de decir algo que no fuese verdad; nunca modificaba los hechos; nunca renunciaba a una palabra desagradable en servicio de la conveniencia o del placer de ningún mortal, y menos aún de sus propios hijos, que, carne de su carne y sangre de su sangre, tenían que estar al tanto desde la infancia de que la vida es difícil; de que en materia de hechos no hay compromiso posible; y de que el paso a la tierra legendaria en donde nuestras esperanzas más gloriosas se desvanecen y nuestros frgágiles barquichuelos naufragan en la oscuridad (aquí el señor Ramsay se erguía y contemplaba el horizonte entornando sus ojillos azules), requiere, por encima de todo, valor, sinceridad y capacidad de aguante."

(Fragmento de la novela de Virginia Woolf "Al faro", según traducción de José Luis López Muñoz para Alianza Editorial.)

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