dimarts, 14 de febrer del 2017
HERVORES
Jordi Évole evidenció anoche una vez más en el Palau Sant Jordi, durante la celebración del acto reivindicativo en favor de la acogida de refugiados, su capacidad para la impostura. Fingidor siempre salvado, increíble ajustador de equidistancias, el follonero que impulsa su lengua no cejó en su empeño indigno de hacer buena la machadiana sentencia de que la verdad también se inventa. Inventó Évole, mintió con medias verdades en aras a mantener, incluso acrecentar, sus índices de popularidad y hasta reconocimiento entre la paupérrima profesión periodística española. Cuando acusó a los políticos presentes en el Sant Jordi de no mover un solo dedo legal (y hasta de diferente naturaleza...) por los refugiados, el quídam más elogiado de la televisión en España sabía que estaba mintiendo. Y cuando especificó que no debían escudarse en la falta de competencias para ello, señalaba en exclusiva a los representantes catalanes de tal defección. ¡Viva la España cañí, Jordi! Dicen algunos comunicadores de prestigio que eres "necesario". Ignoro si el borbotar de sus ollas denuncia una más que patente fatuidad no reconocida o una inmadurez confundida en el marasmo generalizado de nuestra sociedad. ¿Falta en su fuero interno un pensamiento chato con que aderezar una opinión maleable y soberbia? ¿Falta un hervor a los guisos de sus ollas o en exceso hierven por la crudeza de sus pensamientos? ¿Es Jordi Évole el tuerto en el país de los ciegos? La flema que se gasta, ¿muestra su inteligencia o la imbecilidad de sus aduladores? ¿Se han refugiado unos y otros en la autocomplacencia?
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