ENCUENTRO
La pusieron frente a la tele: ni la había pedido ni la rechazó. Frenaron las ruedas de la silla: nada le dijeron, nada esperaban oír. Acababan de empezar la guardia de veinticuatro horas, algunas más de las que necesitó para morir en presencia de desconocidos. Ella, ellos, sin cópula, perdidos.
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