dimecres, 12 de juliol del 2017

LARRA Y LOS POBRECITOS CRITICADORES

Más de cuatro zurcidores de palabras niegan hoy a Larra el derecho a quejarse por las condiciones en que se escribía en Madrid, y por ende en España, hace dos centurias. Argumentan los perspicaces, en libelos y expansiones tertulianas, que el hombre en que se embutía "Fígaro" había conseguido riquezas con la pluma y hasta quizá algún que otro arte diferente, como el de la seducción y el matrimonio de interés. Niegan en la actualidad, quienes nunca han sido distinguidos por el talento periodístico y menos el literario, que don Mariano José se refiriese a otra cosa que el dinero cuando afirmaba que "escribir en Madrid es llorar". Tal vez no les convenga a los mediocres de nuestro tiempo entender que la pobreza tiene que ver con el bolsillo y la miseria con la falta de competencia y autoridad en aquello que se aborde. Vayamos a la fuente. Escribía Larra que "escribir como Chateaubriand y Lamartine en la capital del mundo moderno es escribir para la humanidad; digno y noble fin de la palabra del hombre, que es dicha para ser oída. Escribir como escribimos en Madrid es tomar una apuntación, es escribir en un libro de memorias, es realizar un monólogo desesperante y triste para uno solo. Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla como en una pesadilla abrumadora y violenta. Porque no escribe uno siquiera para los suyos. ¡Quiénes son los suyos! ¿Quién oye aquí? ¿Son las academias, son los círculos literarios, son los corrillos noticieros de la Puerta del Sol, son las mesas de los cafés, son las divisiones expedicionarias, son las pandillas de Gómez, son los que despojan o son los despojados?" Bien puede inferirse que nuestros plumillas coetáneos yerran el tiro con su mayor objeción. ¿No será que se sienten reflejados en la miseria a que se refería el criticado maestro de las letras? Pudo ser uno grande siendo un "pobrecito hablador", tanto como pequeños estos pobrecitos criticadores que dan palos de ciego y encima hablan por boca de ganso, el ganso del otro dinero, el que no puede pagar la falta de vuelo en el aire de la escritura.

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