divendres, 8 de setembre del 2017

CONCIERTO MATINAL, DESCONCIERTO

Esta mañana me he despertado con un gran sobresalto. Carreras, gritos y golpes me han llevado hasta la consciencia de la vigilia. Me he asomado por la ventana para poner imágenes a lo que ya había sucedido en mi cerebro, pero no he visto nada. Quietud en las calles, silencio sucio de ciudad, perros con urgencias evacuativas; dueños evacuando podre interior nocturna sin alba o redención posibles. Doy la espalda a la ventana para recuperar lo visto: urnas despavoridas en busca de refugio; papeletas tratando de cobrar peso para perder ligereza y ganar libertad con el movimiento; hombres sin cabeza pero con armas en las manos; mi próxima detención tras ser cogido in fraganti en la comisión de un delito de lesa democracia. Voy a la cocina, donde los buenos tragos de la comida se alternan, a veces, con los malos tragos de las noticias políticas. Rajoy dice que la nación española (hum, ¿reducción fenomenológica, o a tanto no llega?) no es el resultado de ninguna imposición, sino de la suma de voluntades de generación tras generación. Los reduccionismos son los pañales del quídam Mariano R. Brey. ¿Quién se los va a cambiar? Ah, pero habla de democracia de nuevo cuando alguien se atreve a iniciar el proceso de higienización del bajo vientre. Sin embargo, exonera por la boca con la misma potencia escatológica. Mientras me atufo y atufo en soledad, van llegando sucesivamente mi esposa, mis hijos, la radio de la vecina, el gargajeo compulsivo de un viandante sin pañuelo ni educación, el claxon de un camión, el claxon de un turismo, el claxon de una moto, el timbre de una bici, el llanto de un niño que no quiere ir al colegio, el insulto del padre o de la madre, la comprensión histérica de la madre o del padre... Don Perlimplín (gracias, don Federico) sigue hablando del amor descubierto y despechado al mismo tiempo. ¿Redivivo, el lorquiano personaje? No, inventado el fatuo gobernante que arrostra pesadamente a España en el corazón ("Todo/ eran grandes voces, sal de mercaderías...", le susurran que escribió Neruda sobre una España que -esto no se lo dijeron- no era la suya, la de Mariano). Rajoy, pues, habla de amor, de democracia, de libertad. ¿Dónde estarán?, me pregunto, incrédulo, e inmediatamente pienso en los millones de euros para rescates de bancos; en los millones de euros para particulares cajas fuertes revestidas de soberanía nacional en Suiza, la neutral; en los millones de euros comidos, bebidos, vestidos, viajados, enjoyados, follados, tirados, perdidos por muchos de los Putos Políticos (PP) cuya acción es el auténtico ermamiento del suelo patrio. El amor de Rajoy, la cólera de los ciudadanos díscolos, insurrectos, secesionistas, pero también desempleados, marginados, zaheridos por la xenofobia, el racismo, el machismo, el clasismo carpetovetónicos. El amor del padrecito que ya no nos advierte del peligro yihadista, pues todos los males son uno, el mal del oriente peninsular, como antaño, como siempre. Nada nuevo bajo el sol, aunque la mierda huele como nunca había olido. ¿Oyes, m…, igual que oyó Bernardo López García, mi aflicción como yo oigo la tuya?

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