dimecres, 6 de setembre del 2017

LA LLUVIA, LA TORMENTA

Acabo de llegar de mi infancia. Uf, cúanta mierda en blanco y negro, señores trajeados, militares, curas, holas, lecturas, maletas con cuerda guita, adioses, pobreza, lutos, viejas, viejos, boinas, miseria y sol, mucho sol en España, y silencio, pero fiesta, paz, pero fiesta, pam-pam, pero paz menos pan, "pacencia". Y en la calle, que era de ellos, grises, caquis, los hijos de los malvas, nosotros, a jugar, a jugar, que el demonio va a pasar. Pero llegan las niñas a la tría: "Uni, doni, treni, catoni,/ quini, quineta./ Estaba la reina/ en su silleta,/ vino Gil,/ apagó el candil,/ candil candilón,/ cuenta las veinte,/ que las veinte son,/ justicia y ladrón". Por supuesto, el ladrón podía volver a jugar después de la muerte, como si pudiera reproducirse ad infinitum para que los justicias representasen el orden que en el imaginario infantil no podía dejar de actuar. Uf, que llueva, que llueva, le pediremos a la Virgen de la Cueva, otra vez.

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