EL PULSO DE LA MADRUGADA
No duermen, sino velan: cancerberos son para la estulticia y el apremio que cela a las puertas. Espesa es la noche, pero no tanto como el mandato de obediencia ciega a la ley fratricida. Los insurgentes de otrora sesgan la madrugada como un claroscuro tenebroso para trocar en ella el jaez de la bonancible guarda.
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