dilluns, 28 de maig del 2018

VER ENTRE LUCES

Muchas de las informaciones relativas al caso de "la manada" parecen querer conducirnos extramuros de la razón, de la sensibilidad, de la parte amigable de la humanidad. No poco de lo que leo o escucho acerca de lo sucedido a una mujer en Pamplona durante las fiestas de San Fermín me lleva indefectiblemente a otros lugares y tiempos, muy especialmente a mi entorno vecinal y aun familiar. Tengo el disgusto de conocer hombres y mujeres que no solamente no denuestan las violaciones (ni que decir tiene que de las habidas dentro del matrimonio hacen generosa befa), sino que responsabilizan a las mujeres agredidas por alentar los naturales instintos de los... ¿violadores?, no, no, ¡de los hombres provocados! Digo mujeres por referirme al género, pero cuando lo hago no distingo la edad de las mismas. Me referiré por ello a los abusos sufridos por una niña de pocos, poquísimos años, por uno de sus hermanos, muchos años mayor que ella: un adulto hecho y derecho (no digo hombre porque carece de hombría, el quídam). En más de una ocasión, puso su pene sobre la vagina de la menor, y no contento con ello quiso hacer cómplice de tamaña correría a otro de sus hermanos, a la sazón también de la pequeña. Pasados los años, y enterados todos y cada uno de los miembros de la familia, nadie, salvo la violentada, quiere hablar del asunto, e incluso hay quien opina que su denuncia es una afrenta para quienes portan el mismo apellido: un grupo ¿familiar? que quieren unido, unido, unido... Algunos de los calladores se atreve incluso a afirmar que quien cometiera esos errores del pasado a buen seguro ya ha rectificado sus tendencias y merece recibir el premio del reconocimiento general con muestras de afecto y hasta agradecimiento. La familia calladora tiene un perfil político muy marcado. No diré cuál, pero sí que no está entre sus hábitos el de oírse más allá de lo estrictamente necesario, y siempre que la gritería que sonoriza sus relaciones no les produzca mayor satisfacción. Añoran tiempos pasados: son muy familiares, quisieran no haber crecido más de lo que el ídolo muestra, desde la fotografía de la pared, como ideal de buen ciudadano.

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