dilluns, 10 de setembre del 2018
"BODAS DE SANGRE"
La otra noche me metí de lleno en la negra noche del teatro lorquiano. "Bodas de sangre" se desangraba en río en el corazón gótico de Barcelona, en medio de la selva de turistas, paseantes autóctonos, trileros, hombres y mujeres mercando sexo, droga, ladrones de soledades, ruidosos solitarios. Las mujeres de García Lorca, todas las mujeres que lo son incluso a su pesar, sacaban de dentro sus cuerpos profundos, el mujerío rotundo concentrado en cada una de ellas y que es la tierra donde arraiga "la oscura raíz de la sangre". Clara Segura empezó a llenar el escenario sin escena, el albero sin toro pero con caballo del ruedo sin fiesta pero con tragedia. Y fue clara y estuvo segura de decir, junto a sus compañeras, qué quiso decir el que escribió de la sangre y de las bodas trágicas que celebran en la tierra la ignorancia y el hambre de saber. Los hombres, los intérpretes de la blandura, blandos fueron, matices apenas de la negrura. Sin embargo, así está conformada la vida: del todo y la circundante nada, del centro y su escapador mensaje en los ribetes de la sempiterna noche. Ella dice, porque lo escribió Lorca antes, que "¡cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!" "Olé" no grité entonces, pero ahora lo grito en pasado que es futuro ya muerto desde entonces. "Olé" las mujeres de Lorca, que son las mujeres internas, paridoras de las horas muertas, del tiempo que saben antes de ser que dejará de ser en quienes menos se lo esperan. "Olé" las interpretadoras valientes, vigorosas de la sangre entendedora de revueltas pero claudicantes en la misma mata de la rebelión. "Olé", sin embargo, el aire que de sus pulmones a nuestras bocas llega sin oxígeno pero caliente y maternal, tierno y duro a la vez, para abrirse paso en la sima de los hombres hueros. "Olé" la noche, "olé" la sangre, "olé" la tormenta de nadie en río de sangre sin bodas, en sangre de bodas sin río, en bodas del río con las aguas de la sangre que en ningún mar desembocan. La otra noche pertenecí a la noche sin rasgarme las vestiduras. Quizá se me metió la tragedia entre las piernas en busca de un centro y espero que alguien me la arranque. Volveré a la sangre, sin velos, todas las noches del aire nuestro.
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