Quizá la mayor demostración de soberbia humana es la que asegura que la unicidad de cada individuo es, no un microcosmos, sino el mismísimo cosmos. Si cada uno de nosotros es, los es por la virtud de quienes nos han precedido tanto como de quienes nos sucederán. Estamos pues no estamos; seremos pues antes otros fueron y después serán otros. La soledad no existe, ni la vida breve tampoco. Es necesario que nos sepamos, del todo, condición necesaria, pero no suficiente; eslabón, pero no cadena completa. Ya Platón lo planteaba de forma parecida en su "Banquete" por mediación de Diotima, la sabia de Mantisa, una "extranjera" para Sócrates, quien no dudó en aprovecharse de sus enseñanzas. Acerca del amor, por ejemplo, la mujer rectificó al hombre en su creencia de que es amor de lo bello, y le hizo ver que es el "amor de la generación y procreación en lo bello". Porque "la unión de hombre y mujer es, efectivamente, procreación y es una obra divina, pues la fecundidad y la reproducción es lo que de inmortal existe en el ser vivo, que es mortal".
(Los entrecomillados pertenecen a la traducción que del "Banquete", de Platón, realizara Marcos Martínez para Gredos.)
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