divendres, 7 de setembre del 2018

UN HOMBRE NO ES COMO OTRO HOMBRE

Con frecuencia escuchamos las quejas de pacientes a quienes sus médicos les han recomendado no fumar. Lejos de entender que su salud es algo personal, no compartible, y menos transferible, los tabaquistas objetan que el galeno también fuma, lo cual, a su parecer, neutraliza su autoridad. El pensamiento, sin embargo, es de corto recorrido y un solo sentido, pues cuando salen a los espacios públicos -esos que ahora son reclamados como aras civiles donde ejercer, no la convivencia, sino la ignorancia del prójimo- fuman y fuman sin poder controlar las emisiones de humo que cubren a sus conciudadanos como el semen de los peces machos fecunda en el agua los huevos depositados por las hembras (la diferencia, aquí, es que lo generado es un mal a quienes de forma pasiva acaban haciendo lo que ellos). Por no hablar también de los perros y gatos exonerando sus intestinos en la calle, los coches y camiones anteponiéndose a las personas, las terrazas de bares haciendo de la acera su estancia como quien de su capa hace un sayo... En fin, todos sabemos de actividades similares cuyas consecuencias afectan al conjunto de la sociedad. Lo que no acabamos de aceptar es que todo ha de poderse discutir, para lo que es necesario conocer, esto es, expresar el pormenor de las cuestiones sin atribuirles a ellas intención alguna, sino atendiendo a su naturaleza exclusivamente. Cuando los adjetivos acuden a la boca antes que los sustantivos, algo se ha trastocado previamente en el cerebro. Cuando el médico deposita flores sobre la tumba de un paciente entre las volutas de humo de su cigarrillo, más de un allegado al difunto maldecirá que el desafortunado no hiciera caso al facultativo, quien ahora, sin la bata blanca, se ve claramente que es un hombre como los demás.

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