divendres, 14 de setembre del 2018
SIN REBELIÓN EN LA DE SAN ILDEFONSO
La distopía orwelliana de "Rebelión en la granja" hace mucho que se ha materializado en España, aunque con una significativa variante. Si el indo-británico adjudicaba el papel de tiranos a los cerdos, en la estabulada piel de toro parecen ser las ratas de cloaca las que controlan el trajín de los porcinos de un establo a otro. Entretenidos con abalorios, los ricos semovientes de tan fácil acondicionamiento son llevados de aquí para allá sin más oposición que la que los roedores dejan mostrar como prueba fehaciente de la libertad de expresión de los animales a su cargo. Taimadamente, sacan a relucir señuelos de poco o ningún valor a fin de entretener la ya de por sí escasa atención que la fauna doméstica presta a cuanto le atañe de forma vital pero desdeña y deja en manos ajenas. Los incautos siguen el engaño como el toro bravo la capa roja de su matador. Algunos incluso proponen aclamar al presentado como soberano del lugar (¡viva el... la...!) cada vez que el suelo treme con el saludable ejercicio de los lanzamientos y los traslados , las migajas alimentarias reciban o el aguachirle ingieran a la espera de la solución final de sus molestas causas. La distopía orwelliana se ha hecho realidad en España, pero se trata de una modalidad más sofisticada y de aspecto bonancible, pues la rebelión ha pasado a ser un cuento para dormir a pequeños y a mayores y un tema de comentario sin fundamento, de estudio fruslero o falso, para los animadores del cotarro o farsa.
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