dimecres, 28 de febrer del 2018

DÍA DE ANDALUCÍA (2018)

Ya pueden llover días de Andalucía o nevar copos de sabiduría. A desleírse todo empieza antes de tocar la tierra del juicio, que es licor embriagante para los cerriles. Mi padre era andaluz de nacimiento, pero huidor por la fuerza de los hechos; un apátrida o, como mucho, un sostenedor de la autarquía, primero, y de la monarquía parlamentaria, después: patrias ajenas, sin duda. Mi padre era un hombre cierto, un incierto destino. En Andalucía están sus restos, en la ladera del monte coronado por las piedras que antaño castillo fueran y en cuyo recinto decía papeles de moros y de cristianos. Interpretaba a unos y a otros, indistinta y alternativa o sucesivamente. Los buenos y los malos no existían: todos eran creyentes, todos eran hombres decepcionados. Con la fortuna de los propios y el infortunio de los extraños... Mi padre no acertaba nunca cuál era el traje adecuado. Ora afectaba parlar en algarabía con mohín cristiano; ora en muy católica lengua -jerigonza, sin embargo, para el público- con sonrisa sarracena. Era mi padre. Un completo hombre. Un hombre desubicado. Un hombre. Ni más ni menos.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada