diumenge, 4 de febrer del 2018
EL ANTIFACE
Nos reunimos ayer J., F., F. y J., cuatro amigos de juventud, en cumplimiento del deseo expresado hace unos meses de vernos, al menos, una vez cada estación del año. El encuentro fue festivo, celebrador de la alegría de sabernos de nuevo cerca, al alcance de cualquier apretura afectiva. Un cuarto de siglo mayores que cuando dejamos de frecuentarnos, las primeras líneas de lo que será nuestra vejez apuntaban decididamente en nuestros rostros no sin cierto disgusto en cada cual por ver a los otros tan desmejorados. El tiempo, ya se sabe, pasa a la misma velocidad para todos, pero causa mayores estragos en los demás. No importa, sin embargo. O eso es lo que nos decimos, aunque siempre con la secreta convicción de que los más perjudicados son los otros. El caso es que comimos, bebimos y hablamos por los codos, sin orden, interrumpiéndonos, desoyéndonos, asimilándonos, queriéndonos. Éramos nosotros con un nosotros antiguo en las bocas que intentaba espantar al nosotros de hoy, sin recado de escribir, pero con un "antiface" en las manos en forma de 'book'. Sí, literalmente, porque el primer J. nos obsequió a los tres amigos sendos libros, a cuál más interesante y de más hermosa encuadernación. Elegimos según afinidades temáticas y continuamos hablando, hablando, hablando, y de vez en cuando escuchándonos. Me rectifico: eramos, sí, nosotros, los de ayer, los mismos, con nuestro antifaz de amigos, de carne, justo lo contrario de lo que algunos creen ver en esta red social, el 'face', en que, por más amistades que en él se puedan invocar, casi nunca es dable conocer y engañar cara a cara, ruborizándose o no, como exige la amistad que viste y calza y protagoniza la comedia humana. ¡Vivan mis amigos!
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