dilluns, 5 de març del 2018
ELLOS, NOSOTROS Y LOS OTROS QUE ELLOS Y NOSOTROS SOMOS
El disenso nunca es placentero, pero ha de ser cortés o, cuando menos, respetuoso y paciente. Ayer, P., P., X. y J. ejercitamos la amistad largamente. Subimos a la montaña del Carmel y caminamos por donde lo hicieran algunos personajes de un autor barcelonés. Después, comimos, bebimos y hablamos. La mesa a la que estábamos sentados sostenía con firmeza los embates de las conversaciones incómodas que en el seno de cualquier amistad libre y sincera deben producirse; nuestro viaje desde la sobriedad hasta la fraternidad pudo realizarse y cerrarse el periplo sin que la pasajera ebriedad hubiera logrado abrir vías importantes de agua. También llovió. La lluvia parecía lluvia. Las gotas eran de agua, con su forma (horas más tarde, una invención de ésta, que dicen robada, tomaba la apariencia de "Oscar"). Nos fuimos. En su ser, la amistad, amorfa, como todo lo que se cincela con las emociones. Llegamos hasta aquí, el lugar de la partencia.
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