dijous, 8 de març del 2018
PELÍCULA MOJADA
Pocas veces, al salir del cine, he percibido tan claramente que los gustos de las masas son dirigidos por las distribuidoras de películas, cuya influencia, vía implantación en las salas por el número de cintas y la sumisión de los medios de comunicación, se traduce en premios como los "Oscar". Tras ver "La forma del agua", de Guillermo del Toro, pensé en cuán inapropiado era ese sugerente título para una historia que se escenifica con tópicos, "malos" increíbles, verdaderos "buenos" indiferentes e ingenuos homenajes. El guión, además, se pone al servicio del "entertainment" demodé, no del gusto clásico, y vuelve a lastrar el imaginario colectivo con la homofobia. El recurso al hermafroditismo más parece una salida salomónica, incluso pilatosiana, que una exploración de las múltiples formas -éstas sí- del líquido origen de la vida. La soledad es la característica común a todos los personajes: la soledad como refugio, la soledad como lugar de exclusión, la soledad como ocultamiento de secretas ambiciones. Y la falta de presente -por su inadecuación a los tiempos de recreación y exhibición- además de la negación del futuro -no ya como posibilidad de la trama, sino como aspiración del cineasta- constituyen el mejor resumen de las intenciones de un director prohijado por el "star system" y quizá excesivamente embelesado, obnubilado, incluso, por los efectos alucinógenos de una industria que comercia con los sueños y las frustraciones de los desorientados ciudadanos. Cual papel mojado, el agua del filme convierte en decepción la ilusión que hasta el cine nos llevó. Sin embargo, ah, sin embargo -gracias, don Antonio-, las interpretaciones de dos mujeres brillan como faros únicos, solitarios pero no obstante acompañados, en esta obra de soledades enterizas. Sally Hawkins ("Eliza Esposito") y Octavia Spencer ("Zelda") nos recuerdan que este arte de embutirse en seres amorfos y vivificarlos y animarlos en mundos vacíos es la única forma que tiene el agua de que estamos compuestos de expresar lo más elemental, lo más sencillo de la naturaleza humana: la fe en la naturalidad. Hoy más que nunca, ¡VIVAN LAS MUJERES!
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