"El mayor de todos los males está innato en las almas de la mayor parte de los hombres, un mal con relación al cual no hay nadie que no se muestre indulgente consigo mismo ni que procure huir de él por ningún procedimiento; y es esto que dicen de que todo hombre es por naturaleza amigo de sí mismo y que es normal que forzosamente ocurra así. Y ello es lo que en verdad resulta generalmente culpable de todas las faltas de cualquier humano, el amor excesivo de sí mismo. En efecto, como el que ama está ciego para lo amado, así se discierne mal lo justo y lo bueno y lo bello por creer uno siempre que es menester tener en mayor estima lo suyo que la verdad; y esto a pesar de que el que haya de ser un gran hombre es necesario que no se enamore de sí mismo ni de lo suyo, sino de lo justo, aunque acontezca que ello no haya sido realizado por él, sino por otro. Y como consecuencia de este error les ocurre a todos que su propia ignorancia les parece ser sabiduría; y de ahí que sin saber nada, como aquel que dice, creemos saberlo todo, y al no confiar a otros lo que no sabemos hacer, es inevitable que fracasemos obrando nosotros mismos. Por lo cual es menester que todo hombre rehúya el amarse demasiado a sí mismo y que busque continuamente a quien sea mejor que él sin poner en modo alguno la vergüenza como pretexto para no hacer tal."
(Fragmento del libro V, 731 e y 732 a y b, de "Las leyes", de Platón, según la traducción de José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano para Alianza Editorial, 2002.)
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