dimecres, 7 de març del 2018
LA MUJER, LA PROXIMIDAD
No se busque en la casa del prójimo a aquel que levanta su odio contra los demás. No es el ahogador un ser extraño. Lo conocemos. A veces, incluso, lo amamos: abiertamente, unos; escondidamente, otros. Si nos fijamos bien entre los miembros de nuestras familias, puteros, adúlteros, pedófilos, homófobos, xenófobos -supremacistas o no- y, en fin, discriminadores de toda laya se sientan a nuestra misma mesa a diario o en ocasiones especiales. Los conocemos aunque a veces ni lo queramos ni los queramos reconocer. La disculpa peregrina, el silencio amortajador, la venganza justificadora... Nuestra inventiva carece de límites cuando de salvar a nuestro monstruo se trata, quizá porque en verdad ese monstruo somos nosotros tanto como ellos. De la mujer, qué decir. Víctima doblemente es: del hombre y de sí misma. Cuando nuestras madres, hermanas, esposas, hijas..., cuando ellas son "nuestras" parece que las prisiones con que las aherrojamos son blanduras amorosas. Son los otros quienes cometen las aberraciones y los crímenes que, a la postre, nos acaban desposeyendo de su propiedad. Pero si así no fuera, otra mujer se encargará de señalarla o de educar a quien lo hará hasta reducirla a blanco fácil de cualquier dicterio o a masa indolente para las manos. Bien y mal lo dijo Oscar Wilde cuando afirmó que se mata lo que se ama. Cerca, muy cerca está quien parece amar sin conocimiento.
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