dimecres, 13 de juliol del 2016
A MÍ ME LO VAS A DECIR...
Parece mentira que España, país de orden cerrado, tan propio de los espadones que por sus tierras campan -espadones, por cierto, las más de las veces... doblemente espadones, o sea, eunucos, bien de arriba, bien de abajo-, sea más del gusto de un cierto tipo de anarquía, como la que se deriva de su levantisca voluntad, de su albedrío caprichoso y siempre autoritario, negado a la razón, que del consenso fruto de la reflexión y la deliberación. Si de asenso se trata, parla es de servitud; si de disenso, bravuconada de pincho o mentecato acólito de un universal don Guido. A España le sobra la cabeza, o mejor, le falta el cerebro. De materia gris carece, y a lo más que ese color llega es a caracterizar la pobreza intelectual de sus gentes en los trabajos públicos o la indumentaria de cierta policía que en el pasado reciente reconvenía, palo va, palo viene, a quienes de veras el disentir sentían como algo natural. Conviene en estos momentos de vela, y ante la falta de la luz propia del alumbramiento, aunque sea infausto, de un gobierno, recordar -si es que alguien lo guarda en la memoria- el sarcástico comentario de Ángel Ganivet en su "Idearium español": "El ideal de todos los españoles es que llevasen en el bolsillo una carta foral con un solo artículo, redactado en estos términos breves, claros y contundentes: 'Este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana'." Pues eso.
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