1859 es hoy, no el siglo XIX. De lo contrario, los ciento cincuenta y siete años que median entre ambas fechas han transcurrido en vano o, como mucho, han sucedido a la inversa. Charles Dickens publica "Historia de dos ciudades". El primer párrafo de la obra, por favor, apúntenlo los plumillas para que conste en la memoria vaporosa de lo que viene:
"No ha habido tiempos mejores ni peores; eran años de buen sentido y de locuras; época de fe y de incredulidad; temporada de luz y de tinieblas; primavera de esperanza, invierno de desesperación; lo teníamos todo ante nosotros, y no había nada; todos íbamos derechos al Cielo, y marchábamos en sentido contrario. Aquel período era, en una palabra, tan semejante al actual, que algunas de sus personalidades de más renombre pedían que les fuesen aplicados, exclusivamente en lo bueno y en lo malo, los calificativos extremos."
("Historia de dos ciudades", Charles Dickens, traducción de Salvador Bordoy Luque para Santillana Ediciones y Diario El País, Madrid, 2004.)
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