dilluns, 19 de juny del 2017
EL TEATRILLO
El hijo de Sancho clama con escasa convicción sobre la silla de plástico. Según se oye, intenta entender qué dice y por qué. "España es una nación de naciones y la soberanía nacional reside en el pueblo español", dice que afirmaba Gregorio Peces Barba, uno de los padres de la Constitución de 1978 -el mismo que años después recorrió el camino de la involución y abrazó el juancarlismo con fruición de monárquico antiguo. El hijo de Sancho y homónimo de quien -dicen- también caminó un trecho sobre las aguas en pos del maestro antes de empezar a hundirse y requerir de él sus artes salvadoras, se echa a las aguas del populismo llenas de peces viejos en nada avezados en otra ciencia que la del seguidismo ciego y sin duda trepanados a fin de acometer el forzamiento de un precario entendimiento. El hijo de Sancho ríe sin olvidar que del afamado "no es no" a la triple negación del pescador Pedro otro "no" ha de sumar. Catalunya no votará en referéndum la secesión -y, ojo, que nada dice del cuarto "no", el de los que creen en el ejercicio del sufragio. A repóquer no arriba la verdad negadora del hijo de Sancho y emulador del papa primero, más ocupado en la gran simonía que tras su encumbramiento la garganta y el discernimiento le tiene arrendado. Algún feliz prebendado o aspirante a valido en la nueva jerarquía del partido le susurra al oído el chiste del toro y el matador. Cansado del "¡eh, eh, toro!" que repite el maestro lidiador, el morlaco pregunta hastiado y molesto a un tiempo "¿qué coño quieres, torero?" En el teatrillo dominical del "líder" de una "nación de naciones" socialista no penetra, empero, un lejano rumor callejero que desde Cataluña a un cierto mar profundo a hundirse va, si nadie lo remedia: "¿qué coño quieres, Pedro?"
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