Nada hay de malo en imitar y en fracasar al hacerlo. Los días no pueden imitarse, pero días son. De su malogrado objetivo se desprende, como un renuevo, la imagen de otro día que tampoco podrá ser imitado. Nacen los días con el día contado y solos en su unicidad.
"...no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo de la blancura."
(Verso del poema "El descenso", de William Carlos Williams.)
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