dimarts, 20 de juny del 2017
VERANO
La llegada del verano no es otra cosa que la traducción en luz, calor y desnudamientos de la distancia entre el Sol y el Trópico de Cáncer. A este precisamente me voy de inmediato, aprovechando que está en mi biblioteca al alcance de una mano descubridora. Se trata de la magistral obra que Henry Miller diera a la imprenta en 1934 y que Bruguera -esa maravillosa editorial cuya labor cultural nunca se ha reconocido como es debido- pusiese en circulación en España con una espléndida traducción de Carlos Manzano. La portada, tórrida donde las haya, muestra el dibujo del torso de una mujer joven a quien no le vemos el rostro, que se está quitando la camiseta. A modo de ojos sustitutorios, los pezones de sus enderezados y vitales senos nos preparan para un despojamiento que atravesará pieles, se echará sobre la arena de los recuerdos -bien para solazarse y hasta refocilarse, bien para diluir en ellos la insidia del tiempo de cada lector- y nos pondrá en el brete de tener que reconocernos, o no hacerlo, pero arrostrar entonces la hórrida visión de la propia y al mismo tiempo extraña faz de quien, viajando con nosotros, no aceptamos como íntimo. Sabedor o calculador de cuanto iba a suceder, Miller encabeza su "Trópico de Cáncer" con una cita de Emerson, que reza como sigue: "Estas novelas darán paso, con el tiempo, a diarios o autobiografías: libros cautivadores siempre y cuando sus autores sepan escoger entre lo que llaman sus experiencias y sepan reproducir la verdad de manera verdadera."
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